En tiempos del emperador Diocleciano (285-305) se produjo una de las más crueles y violentas persecusiones a los cristianos. A España, el Emperador envió como prefecto al cruel Daciano, quien hizo mártires a muchos cristianos que no renegaron de su fe.
Uno de estos mártires fue Santa Engracia, noble joven cristiana de Braga (Portugal) que se encontraba de paso en Zaragoza, y estaba acompañada de un numeroso cortejo para encontrarse y casarse con su prometido en El Rosellón. Engracia que era muy valiente se presentó -junto con su séquito- ante Daciano y le reprochó su cruel conducta y actitud.
Este, desoyendo los reproches de la santa, intentó, con halagos y promesas, que Engracia renegase de su fe, pero ella permaneció firme en su amor a Jesús.
Furioso, Daciano ordenó que la torturasen, junto con su valiente séquito, y luego él mismo le dio muerte.
"Santa Engracia"
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