Jacent Penumbra

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miércoles, 16 de octubre de 2019

CONOCIENDO A NUESTROS SANTOS: SANTA TERESA DE ÁVILA (15 octubre 2019)

Nace en Ávila el 28 de Marzo de 1515, en la casa señorial de Don Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Dávila de Ahumada. Tenía 10 hermanos y 2 hermanastros, pues su padre tuvo dos hijos de un matrimonio anterior. Fue bautizada el 4 de Abril del mismo año. Desde muy pequeña manifestó interés por las vidas de los santos y las gestas de caballería. 
   Reina por entonces en España un espíritu de aventura y conquista: parten guerreros a Flandes, conquistadores a América, y la literatura vive de este espíritu. Algunos de estos libros caen en sus manos y entonces ella sueña con ser una de las damas que se acicalan y perfuman para sus galanes ilustres. El coqueteo le gusta, de hecho la corteja un primo suyo y en este tema encuentra además la complicidad de sus primas.
Su madre muere cuando Teresa tenía solo 13 años, y ella pide entonces a la Virgen que la adopte hija como suya. Curiosamente sigue siendo “… enemiguísima de ser monja,” (Vida 2,8), pero su padre al no ver con buenos ojos la relación con su primo, decide internarla en 1531 en el colegio de Gracia regido por agustinas. Allí Teresa echará de menos a su primo pero se encontrará muy a gusto. A medida que se hace mayor, la vocación religiosa se le va planteando como una alternativa, aunque siempre estará en lucha con el atractivo del mundo.
   Su hermano Rodrigo parte a América, su hermana María se casa y una amiga suya ingresa en La Encarnación. Con ella mantendrá largas conversaciones que la llevan al convencimiento de su vocación, ingresando, con la oposición de su padre, en 1535.
Dos años después, en 1537, sufre una dura enfermedad, que provoca que su padre la saque de la Encarnación para darle cuidados médicos, pero no mejora y llega a estar 4 días inconsciente, todo el mundo la da por muerta. Finalmente se recupera y puede volver a La Encarnación dos años después en 1539, aunque tullida por las secuelas, tardará en valerse por sí misma alrededor de 3 años. Su padre muere en 1544.
   La vida conventual era entonces muy relajada con cerca de 200 monjas en el monasterio y con gran libertad para salir y recibir visitantes. Teresa tenía un vago descontento con este régimen tan abierto, pero estaba muy cómoda en su amplia celda con bonitas vistas, y con la vida social que le permitían las salidas y las visitas en el locutorio. En la cuaresma del año 1554, contando ella 39 años y 19 como religiosa llora ante un Cristo pidiéndole fuerzas para no ofenderle. Desde este momento su oración mental se llena de visiones y estados sobrenaturales.
  El anhelo de querer vivir su entrega religiosa con todo su rigor y perfección, la lleva a reformar el Carmelo. Esta primera fundación será una aventura burocrática y humana con muchos altibajos: su confesor aprueba un día y reprueba otro, el Provincial apoya con entusiasmo, para luego retirarse, y el Obispo que nunca había dudado de Santa Teresa, llegado el momento titubea. En un momento parece que todo fracasa y Teresa, siempre obediente, se retira a su celda sin poder hacer nada, aunque Doña Guiomar de Ulloa y el Padre Ibáñez logran la autorización de Roma.
   Por obediencia parte entonces a Toledo varios meses, para consolar a la viuda Luisa de la Cerda. Esta distancia favorecerá los progresos del monasterio de San José de Ávila, que continúan con discreción, a escondidas, a pesar de los rumores. 
Este convento de San Jose de Avila, pequeño y austero hasta el extremo, fue fundado el 24 de Agosto de 1562. Su construcción encontró una terrible hostilidad por parte de la Iglesia ya que vió ninguneada su autoridad. Algunas voces pidieron el derribo del nuevo convento, toda la ciudad estaba alborotada, y Teresa abandonó el convento dejando a  cuatro novicias solas, para volver a su celda de La Encarnación, incorporándose nuevamente a San Jose de Avila un año después de su fundación.
  Al principio parece que esta nueva orden tendría sólo este monasterio, pero poco después le llegan instrucciones y autorización para fundar más conventos. Comienza aquí una intensa actividad  en la que compaginará el gobierno de su orden, con la fundación de nuevos conventos y la redacción de sus libros.
Fundó en total 17 conventos: Ávila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la Jara (1580), Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos (1582), en el año de su muerte. La fundación de Granada la hizo Ana de Jesús, aunque en vida de la Santa, por lo que no siempre aparece en las enumeraciones.
   A estos conventos hay que sumar el primero del Carmelo masculino que funda con San Juan de la Cruz en Duruelo (1567). Santa Teresa conoció a San Juan de la Cruz en Medina del Campo contando ella 52 años y él 24, y le convenció para unirse a la reforma, olvidando sus planes de retirarse a la cartuja de El Paular.
Regresando de la fundación de Burgos, hace parada en Medina del Campo, pero es requerida en Alba de Tormes por la Duquesa de Alba. Está enferma y agotada. Muere en 1582 sin haber publicado ninguna de sus obras, sin haber logrado fundar en Madrid, sin haber separado la orden de descalzos de la de calzados y con dudas sobre si sus monasterios se podrían mantener con el espíritu que ella infundió.
   Teresa escribió muy poco por iniciativa suya, muchas cartas, alguna poesía y anotaciones. Pero sus obras maestras son fruto de la obediencia a sus superiores, que veían el interés de que escribiera sus experiencias y enseñanzas. Y así comienza todos sus escritos mayores aceptando su encargo con obediencia, pero con notable esfuerzo por su parte.
                                                     Nada te turbe
Escribir le supone un esfuerzo importante, lo hace, en ocasiones, ocupando la otra mano con la rueca, tal y como ella explica: “… casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de hilar y por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones” (Vida 10,7)
   La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a seguir el cisma iniciado en Europa, o se alejaran en algún punto de la recta doctrina. Muchos de sus textos están autocensurados, temiendo esta vigilancia. Su manuscrito “Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares” lo quemó ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance.
Su vida es fiel reflejo de lo que avisaba a sus monjas: que las gracias recibidas en la oración son para darnos fuerza en servir a los demás. Aunque Teresa es conocida por lo elevado de las gracias místicas y visiones que recibe, su oración no la aparta del mundo, sino que hace que se entregue con especial fuerza y respaldo a las obras que le son encomendadas sufriendo en viajes, discusiones y continuas trabas, burlas y desplantes de sus contemporáneos.
   Fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622, y nombrada doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970. La primera mujer de las tres actuales doctoras de la Iglesia. Las otras son Santa Catalina de Siena y otra carmelita descalza: Santa Teresita del Niño Jesús.

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