La historia de Samuel, profeta (año 1100 a.C.) está narrada en el Primer y Segundo Libro de Samuel, en el Antiguo Testamento.
Samuel era hijo de Elcana y Ana, dos israelitas muy creyentes. Ana era estéril y como estaba muy angustiada imploró el favor de Dios para que le concediera tener un hijo varón, con la promesa de que ofrecería este hijo a la Casa de Oración para que dedicara su vida a servir a Dios.
Al año le dio Dios a Ana su primer hijo, al cual le puso por nombre Samuel, que significa "Dios me ha escuchado", Cuando el niño ya fue grandecito, su madre lo llevó a la Casa de Oración en Silo y se lo ofreció a Dios para que se dedicara a servir junto al altar.
El sacerdote del templo se llamaba Elí y tenía dos hijos (Ofni y Finee) muy atrevidos que cometían muchas fechorías y maldades. Elí debía retirarlos del sacerdocio, pero no lo hacía. Como los pecados de esos jóvenes disgustaban mucho a Dios, Él se propuso enviarles un castigo.
En aquel tiempo Samuel se quedaba cada noche a dormir en la Casa de Oración para cuidarla. Y una noche oyó que lo llamaban diciendo: "¡Samuel! ¡Samuel!". El niño creyó que era Elí el que lo llamaba y corrió a donde el sacerdote y le dijo: "Aquí estoy señor. ¿Me ha llamado?". Elí le dijo: "No te he llamado. Vete a dormir en paz". Pero la voz de Dios volvió a llamar: - "¡Samuel!, ¡Samuel!". El niño corrió otra vez donde Elí para ver para qué lo necesitaba. Y así sucedió por tres veces. Entonces Elí comprendio de que era Dios el que lo llamaba y le dijo: "Si te vuelve a llamar le dirás: Habla Señor que tu siervo escucha". Y así lo hizo Samuel cuando Dios lo volvió a llamar y respondió Samuel: "Habla Señor que tu siervo escucha". Entonces oyó Samuel que Dios decía: "Voy a castigar a Elí y a sus hijos con terrible mal, porque los hijos hicieron grandes males y el padre no los ha corregido".
Y sucedió entonces que los filisteos atacaron al pueblo de Israel. Los hijos de Elí se fueron con todo el ejército a defender su patria llevándose consigo el Arca de la Alianza (donde estaba el Maná y las Tablas de la Ley con los 10 Mandamientos).
Los filisteos derrotaron a los Israelitas, hicieron una gran matanza, asesinaron a los dos hijos de Elí y se llevaron el Arca de la Alianza. Un mensajero llegó a contar a Elí que habían robado el Arca y habían matado a sus dos hijos y el pobre anciano que estaba sentado en una silla, cayó hacia atrás y se desnucó.
El pueblo eligió entonces como sacerdote al joven Samuel y Dios empezó a traerle sus mensajes y a guiarlo en todo. Los filisteos devolvieron el Arca y hubo paz. El Pueblo pidió que se le diera un rey. Samuel consultó a Dios, y el Señor le dijo que el rey sería Saúl, el cual era de la última familia, de la más pequeña tribu de Israel.
Samuel lo llamó y derramó aceite sagrado sobre su cabeza y lo proclamó rey ante todo el pueblo. Pero Saúl empezó a desobedecer a lo que Dios ordenaba, y entonces el Señor le dijo a Samuel: "He retirado mi espíritu de Saúl y lo he pasado a David. Irás a Belén y ungirás a ese joven como rey". Samuel se fue a Belén a buscar a David. Este era un pastor de ovejas y estaba en el campo cuidando los animales.
Samuel lo hizo venir y derramando aceite sagrado sobre su cabeza lo ungió, y desde entonces el espíritu de Dios vino a David y lo fue guiando en todas sus acciones.
Ya anciano, Samuel reunió a todo el pueblo y les dijo: "Durante 40 años los he guiado espiritualmente. Ahora les pido que si alguno tiene alguna queja contra mí la diga claramente. Y si a alguno le he quitado algo o le he hecho algún mal, que lo diga sin más". Y el pueblo entero le respondió: "Ningún mal nos has hecho y a nadie le has quitado nada, y nadie tiene la menor queja contra ti".
Y así terminó santamente su larga vida. Fue enterrado en Ramá.
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