Jacent Penumbra

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sábado, 24 de agosto de 2019

CONOCIENDO A NUESTROS SANTOS: SAN BARTOLOMÉ APÓSTOL (24 agosto 2019)

Parece que Bartolomé (del griego "bar-Tôlmay", o "hijo de Phtolomeo") es un sobrenombre o segundo nombre que fue añadido a su antiguo nombre hebreo que era Natanael (que significa "regalo de Dios"). De hecho muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé (San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe colocan a Natanael como compañero de Felipe).

El encuentro más grande de su vida.
El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez con Jesús es narrado en el evangelio de San Juan de forma memorable de la siguiente manera: 

Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquel que anuncian Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret hijo de José el carpintero". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuándo me conoces?" Le respondió Jesús: "Antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"

Una revelación que lo convenció.
Y tan pronto como Jesús vio que Natanael se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este sí que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce, y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas". 
Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!" 
¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.
Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
San Bartolomé predicó el evangelio en la India y después pasó a Armenia donde murió mártir. Todo sucedió porque los sacerdotes de los templos paganos se estaban quedando sin seguidores y protestaron ante el rey Astiages de la labor evangelizadora de Bartolomé. Astiages le mandó llamar y le ordenó que adorara a sus ídolos. Ante la negativa de Bartolomé, el rey ordenó que fuera desollado vivo en su presencia hasta que renunciase a su Dios o muriese. Todavía con vida, le arrancaron la piel y después fué decapitado. Sus reliquias reposan en la Iglesia de San Bartolomé en la Isla Tiberina de la ciudad de Roma. Algunas partes del cráneo son veneradas en la Colegiata de Fráncfort del Meno.
                                       "Iglesia de San Bartolomé en Roma"

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