Jacent Penumbra

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martes, 21 de enero de 2020

CONOCIENDO A NUESTROS SANTOS: BEATA INÉS DE BENIGÀNIM (21 enero 2020)

La Beata Josefa María de Santa Inés nació en Benigànim (Valencia) en 1625. Fué bautizada con el nombre de Josefa Teresa Albiñana Gomar. Dotada de una inusual sencillez y humildad ingresó en el convento de las Agustinas Descalzas en 1643, profesando en 1645 como hermana conversa, lega o de velo blanco. Así llamaban a las religiosas que, por no saber leer el oficio en latín, eran dispensadas de este. A cambio, deberían rezar una suma de Páter Noster y encargarse de las tareas comunes de los monasterios. No pocas almas como nuestra beata se santificaron en este sencillo lugar, desempeñando los trabajos más arduos de la comunidad con gran alegría. Amaba en extremo su convento y la vida religiosa.
Solía decir “gracias que me dejan lavar, barrer y hacer algunas cosas en la casa de Dios pues ni esto merezco”. En compensación a su extrema pequeñez poseía un espíritu eminente de contemplación. Pasó su vida en oración constante. Todas las gracias místicas se reunieron en ella. Fue regalada por Dios con muchísimos dones místicos: consejo, visiones, sueños, éxtasis, entre otros. Trataba frecuentemente con Jesús niño, que viendo su alma de niña venía a jugar con ella. Las noticias de sus virtudes y el agradecimiento de su intercesión fueron motivo de que su nombre fuera conocido entre los valencianos y otros lugares, llegando incluso a la corte de Madrid.
El equilibrio interior de la religiosa explica que sin saber leer fuera elevada a hermana de coro en 1663. Falleció con toda santidad el 21 de enero de 1696 (dia de Santa Inés de Roma, joven mártir cristiana que murió durante la persecución de Diocleciano). La devoción de los fieles se ha venido volcando en aquella humilde religiosa que con justicia tiene ganada fama de muy milagrosa. El 26 de febrero de 1888 León XIII reconoció su santidad al beatificarla. Su festividad se celebra el 21 de enero y tiene como núcleo primordial el convento.
La historia cuenta que en el verano de 1936 el culto católico fue suspendido en Benigànim, manteniéndose extraoficialmente en la clandestinidad. Durante las primeras semanas del conflicto fueron incendiadas y saqueadas las iglesias de la Villa, entre ellas la iglesia de las Agustinas Descalzas la cual guardaba el tesoro más preciado: el cuerpo de la Beata Inés. A medias tintas, hay historias que dibujan entre grandes oscuridades y sombras el capítulo más negro de la historia local de Benigànim. El cristal que resguardaba el cadáver de la Beata Inés fue roto a golpes y el cuerpo desapareció. Esto fue lo último que se sabe de los restos mortales de la Beata Inés. Con él también se perdió parte del honor de un pueblo que no supo defenderlo. 
El expolio y la barbarie continuó con el monasterio sin respetar nada y los cuerpos de las religiosas fallecidas fueron esparcidos por el huerto y profanados. En el interior de la nave un gran incendio devoró sus bienes muebles. Finalmente, terminada la guerra, la restauración del conjunto monástico fue una prioridad.
En este caso la providencia se sirvió de la devoción a la Beata para dotar de nuevo esplendor a la comunidad. Lo más notable: la obra de doña Antonia Martínez, que además de regalar la imagen procesional de la Beata fué la donante de la talla de la Purísima y del templete que la resguarda, entre otras muchas generosas acciones.
                                              Beata Inés de Benigànim

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