Jacent Penumbra

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miércoles, 26 de febrero de 2020

PRINCIPIO DE CUARESMA: MIERCOLES DE CENIZA (26 febrero 2020)

El Miércoles de Ceniza conmemora el momento en que Cristo se retiró al desierto durante 40 días para meditar sobre su misión en ayuno y oración. Su nombre se debe a que ese día se celebra una misa en la que se marca en la frente de los feligreses una cruz con cenizas. Se trata de un periodo de conversión y penitencia, caracterizado por la oración, la meditación, el ayuno y la moderación, encaminado a la renovación pascual. Las cenizas son un símbolo que nos recuerda nuestra propia fragilidad y mortalidad, y por ende, nuestra necesidad de la Gracia de Dios.
Las cenizas se elaboran a partir de la quema de ramas de olivo del Domingo de Ramos del año anterior, siendo luego bendecidas. Estas son colocadas sobre la frente de los fieles mientras se pronuncian las palabras "Conviértete y cree en el Evangelio", o bien "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás".
La ceniza representa la destrucción de los errores del año anterior, al ser estos quemados. La ceniza pronto adquirió el sentido de muerte, caducidad, la conciencia de la nada, la vanidad de las cosas. 
A los cristianos les recuerda que esta vida es tan solo una preparación, siendo el verdadero destino llegar a Dios en la vida eterna. Por otra parte, el Miércoles de Ceniza da comienzo la Cuaresma (40 días de preparación para la Pascua), que comienza el propio Miércoles de Ceniza y termina en la tarde del Jueves Santo.
                              "Miercoles de Ceniza: Explicación de la Cuaresma"
El Miércoles de Ceniza, y por ende la Cuaresma existen desde el siglo IV. Esta fecha es día de de ayuno para los católicos. Ademas se celebra precisamente un miércoles porque no se puede ayunar en domingo dado que este es el día de descanso y del Señor según la religión católica. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de abstinencia y ayuno tanto el Miércoles de Ceniza como el Viernes Santo. 
Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia. El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio, dependiendo de lo que dicten las Conferencias Episcopales de cada país, pues ellas son las que tienen autoridad para determinar las diversas formas de penitencia cristiana.

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